jueves, 20 de noviembre de 2008

Un final imaginario y la verdad que le siguió

Entonces, como si me estuvieran leyendo la mente, sonaron las campanadas de la iglesia, que a las seis y algunos minutos, anuncian quién sabe qué. "Menos mal" pensé; el silencio me carcomía el alma y me quitaba la paciencia: silencio de ruidos lindos claro, porque de fondo se escuchaba esa voz, esas palabras que me decían cosas que ya no quiero volver a mencionar.
Aunque pensé que no iba a terminar nunca, lo hizo. Acabó con su discurso de finales abruptos, saludó y se fue como si nada, como esos fríos que pinchan en la espalda pero pasan de repente.
Entonces me abrí camino a una calle propia que me llevaba a preguntarme tantas cosas, cosas que no importaban en realidad porque se habían terminado en lo que dura la misma palabra adios.
Así me encontré desnuda, incompleta, me sentí una foto, un destello de letras impronunciables que por ser difíciles se guardan en un cajón. Así estaba, era cosa seria.
La tarea de encontrar un empujón no era nada simple, eso yo lo sabía, por eso a veces me daban ganas de rendirme y quebrar algún que otro orgullo. Pero no, no me dejé llevar.
Ahora que lo veo un poco de lejos y un poco en lo alto, creo que el arrepentimiento en estos casos es cosa de locos.
Hoy puedo hacer espacio en mis paredes olvidandome de algunas cosas para escribir otras; solo las que yo elija, las que quiera, las que me hagan estar así: BIEN.

1 comentario:

Luz dijo...

Sos IN-CRE-Í-BLE.
¿Viste? Sé separar en sílabas todavía.

También aprendí a separar las cosas que, para bien en general, deben ir separadas. Creo que vos también, ¿no? Sí, algún día.

Es un poco confuso, tal vez, para darme cuenta de hacia dónde va este texto, o mejor dicho, de dónde viene, de qué parte de Paz.
Creo que ciertas cosas salen de partes de uno. Si no, imaginate no más, una prosa entera de toda Paz entera.

En todo caso, no va al caso.
Venía a decirte que escribis cosas geniales, de una manera genial, porque sos una genia.
También te digo que te quiero, mucho.
También que tenés mucha razón en algo que llamó mi atención:
"un destello de letras impronunciables que por ser difíciles se guardan en un cajón."

Letras y palabras que por ser difíciles (¿de decir? ¿de entender?) se guardan en un cajón.