jueves, 26 de noviembre de 2009

Nuestra Existencia

Verás, amiga, los que "existen" solo siendo el aire que respiran no entienden la naturaleza inmortal de la otra existencia.
Esa otra, NUESTRA existencia, la de ser más allá de ser, la de ver y sentir más allá de los visto y lo sentido.
Existir, no por la simple razón de hacerlo, sino, por amor a vivir, por la aventura de saber quien sos y con el conocimiento dulce de que, algún día, dejaremos de ser, para subir a otro barco.

Esa es la diferencia entre vos y yo, y los que escupen palabras.


Y nosotras, que somos aventureras, estamos dispuestas a probar trago a trago y con mucho gusto los desperfectos que nos regala el existir de un vaso que parece no tener fondo.







Existimos,
somos luz nitida y caprichosa,
a la hora del sol.

jueves, 19 de noviembre de 2009


Dicen las manos que tiemblan:
¡que lejos de mi estoy!
Escuchan las voces y miran los trucos del tiempo.
Preguntan si ya fue suficiente.

Por favor,
por favor,
por favor.

Prometen.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

De sangre propia.


Lleva en los ojos la sangre de un linaje, que no sentimos propio. Aun así, supo verme bien y me abrazó, me acuñó entre sus palabras y me llevó a ver las distintas imágenes del cielo, las estrellas y las luces de la gigantezca ciudad.

Me enseñó a jugar con mis rarezas, me guió por los montones, me tomó la mano en defensa y ofensa, y siempre me quiso desvestir de dudas y miedos.
Tuvimos mucha suerte, aprovechamos la juventud, él tuvo tiempo para él y luego para mi. Y así nos fuimos protegiendo, él con acciones y yo con desvelos.




- Me falta algo - le digo.
- A mi también - confiesa.
Se rie, me rio.

Y corto el teléfono como entendiendo a la naturaleza misma.



Te conozco cuando volás, cuando embarcás,
cuando reis de vos mismo, cuando brota la locura,
cuando sale el sol y Desde siempre.

[ http://www.youtube.com/watch?v=YOJPvxgkvn8 ]

lunes, 16 de noviembre de 2009

Anónimos

La mesera le explicaba que no podía beber más por aquella noche, que ya había sido demasiado, y que pronto iban a cerrar el bar, en el cual solo quedaban ellos dos.
Aquel hombre con la mirada perdida de emociones le pedía por favor, un trago más.
Eran las secuelas de un amor, naturalmente, las que lo habían cacheteado en la cara con rudeza. Pero a él de a poco se le habían olvidado las razones e intuitivamente creía merecer el sorbo sobrante de aquella madrugada. Y es que bien merecido lo tenía, pero la mesera poco sabía de esto, y mucho menos le importaba.
Inmediatamente después de lambetear el vasito de la mesa que tenía enfrente suyo, se fue tambaleando hacia la puerta no sin antes caerse una o dos veces ante los pies de la muchacha de boca cansada, que ya ansiaba por irse a su casa de una vez por todas.
El hombre, de a ratos bailando, de a ratos lanzando alaridos indescifrables, cayó al piso en la esquina de la misma cuadra y quedó barado en su locura, mirando a la nada. La mesera pensó, que ya no era de su incumbencia.
Resignada a su trabajo insano y mal pago, comenzó una vez más y como todas las noches, a apagar las luces, acomodar las sillas y mesas y limpiar los vestigios de una noche como cualquiera. Diez, quizá quince minutos después, ya estaba lista para irse.
Cerró con cansancio la puerta y la persiana de metal del local, y cerrandose el abrigo con una mano, y aferrando la cartera con la otra, empezó cruzar la calle ancha casi por la esquina. No había llegado a la mitad de la calle cuando sin aviso, un auto dio la vuelta y envistió a la muchacha de costado.
"Solo por un trago más" pensó el hombre desde la esquina.